Volcamos todas nuestras energías en conseguirla porque sabemos
que con ella llegará la total satisfacción. Es sabido, tener casa propia es
pertenecer a otro nivel. Invertir en una casa es garantía de que eres alguien
porque tienes algo que te sobrevivirá, algo que dejar a tus hijos, dueño del
suelo donde pisas… y por todo ello nos hipotecamos por treinta, cuarenta o
cincuenta años lo que implica que dejamos de ser dueños de nuestra vida porque
le pertenecemos al banco.
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