jueves, 15 de noviembre de 2012

LA GIOCONDA

MONA LISA
!En la que me he metido! yo aquí de brazos caídos tanto tiempo, con todo por hacer. Yo a mi Piero le quiero mucho pero cuando le da el ramalazo intelectual, lo estrangularía. Reconozco que la idea del retrato en principio me halago, pero tenía que haber sabido la pérdida de tiempo que es. Escucho los niños revolucionados, las criadas haciendo lo que les da la gana, la casa sin mi mando que va a la deriva, y al pintor repitiéndome: "sonrie, sonrie". !Santa Madonna y esta noche tengo invitados!







Hablando con un escultor delante de su obra, la fuente de los Jarritos de Galaroza, me presentó a la protagonista de su recuerdo.
Ahora ella con 50 años en nada recuerda a esa adolescente juguetona con la ropa empapada.
 Eso me hace pensar en la Gioconda cuando veinte años después de haber posado para Leonardo la siguieran  comparando con su joven imagen y en la desilusión de los admiradores de la obra al ver que la enigmática sonrisa podía no ser más que simpleza de espíritu.






PARAISOS LEJANOS

Estaba solo en el restaurante, concentrado en mis problemas, cuando levanté la vista y vi que una mujer me miraba fijamente. Tenía una expresión rara y, como la Gioconda, no sabía qué significaba. Intimidado por aquella cara, me levanté para irme. Ella se acercó y, sin cambiar esa singular expresión, me dijo en voz baja: "Te conozco y no se de qué". Le dije: "será una equivocación"; aunque la reconocí, fue mi primer amor adolescente. Pero hay sitios felices a los que no se debe volver para no estropearlos.


Andrés era el único que, a pesar de todos sus achaques, aún conseguía hacerle reír  De su apasionante vida como profesor de arte y pintor controvertido, quedaba solo un brillo inquieto en su mirada azul. El momento más esperado del día era la visita de su joven discípulo y compañero de vida. Su amistad perduró por encima de todo. Y todo era mucho. Nunca olvidará su primer contacto, en una clase de adolescentes díscolos. Él hablaba de la Mona Lisa, mientras Andrés, retador, le enviaba una difuminada y misteriosa sonrisa. 


6 comentarios:

  1. Lekyliara

    Lekyliara es Samburu. Vive con su tribu en las sabanas del centro de Kenia. Está casada con Nabaru, que tiene 4 esposas. Su casa es de adobe, madera y excrementos; las otras mujeres le ayudaron a construirla en la manyatta. Lekyliara es divertida y a menudo se ríe con ganas por cualquier comentario. Y cuando se enfada, su genio también es de temer. Pero a veces, al cocinar o moler la harina, en su rostro se dibuja una mueca misteriosa, entre la sonrisa y la ensoñación… aunque Leonardo nunca estuvo allí para pintarla.

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