RECUERDOS Uno de los recuerdos más nítidos de mi infancia es ir de visita a casa de mi abuela y entrar en su cocina limpia como la patena, blanca y brillante con cada cosa en su lugar.La pila de piedra vacía, la mesa despejada, las cortinas que hacían las veces de puertas de los armarios perfectamente colocadas, los paños doblados y colgados de su barra y un puchero de aluminio en el fuego de gas en el que podías verte la cara.
Ana es mi rincón de paz cuando vuelvo del trabajo, agotado por la estupidez humana (según Einstein, lo único infinito, además del Universo). Ella está probando el caldo, aromático y humeante, del puchero de hoy. Igual que ella, el caldo, aparentemente sencillo, es la unión de deliciosos ingredientes, procesados con amor, a fuego lento…
Santiago es uno de los pueblos que nacieron en las orillas del lago Atitlán, en Guatemala. Hundido entre volcanes de nombres poderosos, éstos no pudieron protegerles de guerrillas, violencia y una terrible masacre, en 1990, en la que el ejército asesinó a catorce hombres e hirió a veintiuno más. Quedaron en Santiago solo mujeres aterradas y niños, que asumieron todas las tareas, como cargar la leña hasta el poblado. Los niños se olvidaron de cómo hacer pucheros. No había preludio al llanto. Se quedaron sin llanto
Huele a café de puchero. La abuela endulza la taza transparente, cucharita colmada removiendo el delicioso recuelo. Y nos cuenta una vez más su apasionada historia de amor: cómo el abuelo, caballero prometido y cumplidor, no pudo amarla de casi niña a pesar de quererla con locura. Y su regreso cuando la muerte lo liberó del compromiso, para llenar sus días de felicidad y sabiduría. Y su pérdida temprana guardada para siempre en esta casa, que huele café de puchero.
RECUERDOS
ResponderEliminarUno de los recuerdos más nítidos de mi infancia es ir de visita a casa de mi abuela y entrar en su cocina limpia como la patena, blanca y brillante con cada cosa en su lugar.La pila de piedra vacía, la mesa despejada, las cortinas que hacían las veces de puertas de los armarios perfectamente colocadas, los paños doblados y colgados de su barra y un puchero de aluminio en el fuego de gas en el que podías verte la cara.
PUCHERO
ResponderEliminarAna es mi rincón de paz cuando vuelvo del trabajo, agotado por la estupidez humana (según Einstein, lo único infinito, además del Universo). Ella está probando el caldo, aromático y humeante, del puchero de hoy. Igual que ella, el caldo, aparentemente sencillo, es la unión de deliciosos ingredientes, procesados con amor, a fuego lento…
Santiago es uno de los pueblos que nacieron en las orillas del lago Atitlán, en Guatemala. Hundido entre volcanes de nombres poderosos, éstos no pudieron protegerles de guerrillas, violencia y una terrible masacre, en 1990, en la que el ejército asesinó a catorce hombres e hirió a veintiuno más. Quedaron en Santiago solo mujeres aterradas y niños, que asumieron todas las tareas, como cargar la leña hasta el poblado. Los niños se olvidaron de cómo hacer pucheros. No había preludio al llanto. Se quedaron sin llanto
ResponderEliminarPuchero
ResponderEliminarHuele a café de puchero. La abuela endulza la taza transparente, cucharita colmada removiendo el delicioso recuelo. Y nos cuenta una vez más su apasionada historia de amor: cómo el abuelo, caballero prometido y cumplidor, no pudo amarla de casi niña a pesar de quererla con locura. Y su regreso cuando la muerte lo liberó del compromiso, para llenar sus días de felicidad y sabiduría. Y su pérdida temprana guardada para siempre en esta casa, que huele café de puchero.